Al igual que los dioses, los griegos no valoraban las tareas relacionadas con lo temporal. Las tareas que se realizaban para conseguir algo no estaban bien vistas. La realización a través de las obras materiales no existía. Para Aristóteles, incluso el trabajo de los artesanos era despreciable porque se realizaba para crear algo, para transformar la materia prima en un objeto utilitario. La libertad empezaba más allá de los menesteres materiales. El hombre, como ser racional, debía cultivar la razón en tiempo de ocio. Esto se conseguía de las siguientes maneras: actuando conforme a la virtud, siendo un buen ciudadano y desarrollando la filosofía, la ciencia, ...
El concepto trabajo no existía asociado a la producción. El trabajo no soportaba el vínculo social. Aunque existía una parte de la sociedad que trabajaba para soportar a los que no trabajaban, el orden social resultaba de otras lógicas como las de sangre o las de rango.
A más necesidades más trabajo |
Cualquiera diría que la lógica de nuestros tiempos es justo la contraria: para mantener el trabajo (mejor dicho el empleo) aumentamos las necesidades. Dominique Méda al principio del libro habla de la paradoja actual entre el pleno empleo como valor supremo de nuestra sociedad y el aumento de la productividad, cuya consecuencia debiera ser una menor necesidad de trabajo. Y las preguntas que surgen de estas reflexiones son: ¿es necesario que sigamos trabajando las mismas horas cuando la productividad aumenta?¿Realmente es necesario seguir aumentando nuestro nivel de necesidades para mantener el "pleno empleo"? ¡Esto es la burbuja de las necesidades! que nos reventará en la cara.