Primero fué la inteligencia racional, que se refiere a nuestra mente analítica, la que utilizamos para enfrentarnos a los problemas lógicos y matemáticos. Se mide por el coeficiente intelectual (CI) y fisiologicamente se concreta en las conexiones "en serie" que realizan nuestras neuronas. Durante mucho tiempo ha sido la única forma de medir la inteligencia de las personas.
Después llegó la inteligencia emocional, que como su nombre indica está relacionada con las emociones y la empatía. Mide la capacidad para hacer conscientes las emociones propias y las de los demás, reconoce pautas y crea hábitos. Fisiológicamente se concreta con las interconexiones "al azar" de grupos de neuronas entre sí.
Y ahora nos llega la inteligencia espiritual(IES), para explicar lo que no pueden explicar las otras dos inteligencias juntas. Entre otras cosas, nos sirve para dar sentido y significado a nuestras experiencias. Relacionada con los valores, es capaz de decidir el camino vital más valioso. Es la inteligencia integradora, reúne experiencias aisladas dándoles sentido. Fisiológicamente está relacionada con los lóbulos frontales, la amigdala y con la actividad cerebral, se relaciona con una frecuencia cerebral de 40Hz que se da cuando estamos en estado de consciencia.
Experimentar lo espiritual significa estar en contacto con algún conjunto más grande, profundo y rico que sitúa nuestra presente situación limitada en una nueva perspectiva. Es poseer un sentido de "algo más allá", de "algo más" que confiere sentido y valor añadido en lo que ahora somos. Ese "algo más" espiritual puede ser una realidad social más profunda o una red social de significados. Puede ser conciencia o hallazgo de dimensiones mitológicas, arquetípicas o religiosas de nuestra situación. Puede ser un sentido más profundo de la verdad o la belleza. Y puede abrirse y adaptarse a una sensación profunda y cósmica del todo, una sensación de que nuestras acciones forman parte de un mayor proceso universal.
Nuestra civilización occidental, desde el inicio de la época industrial y el despertar científico, se ha caracterizado por una tendencia al aislamiento del individuo frente a la sociedad. Atomismo, determinismo y objetivismo, el universo compuesto por fragmentos aislados y controlados por leyes inexorables. Y una de las consecuencias negativas: los individuos cada vez más desamparados y sin referencias firmes que doten de significado a las experiencias.
Yo de momento me voy a quedar con la idea de experimentar lo espiritual que citaba arriba: estar en contacto con algún conjunto más grande, profundo y rico.
Y sirva como cierre el ejercicio que recomiendan a los niños para descubrir las dimensiones más amplias de su mundo. Se trata de escribir una carta a alguien conocido encabezándola como sigue:
Mi querida amiga Jane Fitzgerald,
16, calle Paraiso,
Londres,
Inglaterra,
Europa,
El mundo,
La vía láctea,
El universo