Hoy, de alguna manera, vamos a hablar de dispersión y de integración, y de lo que implica sobre el concepto de obra.
Desde que Adam Smith, hablara del tiempo-trabajo como base del intercambio, se inició la tendencia a dividir el trabajo en unidades de tiempo, intercambiables y reorganizables según los intereses. El sistema Taylorista, organizó la producción de bienes, dividiendo las tareas, buscando la especialización y de ahí la mejora de los procesos. Dispersión.
Esta forma de proceder tiene el inconveniente de que el concepto de obra se diluye. El trabajo aporta valor al objeto/proceso, pero de una forma que no puede ser percibida con facilidad. Estos principios eran muy acordes con el espíritu de la época en la que surgieron, basados en fundamentos mecanicistas, causa-efecto. El factor humano quedó reducido a lo instrumental.
El sentido inverso de razonar es el de la integración, el hacer que el rol de las personas no se componga de una sola tarea hiper-específica, sino que sea algo más amplio. De la misma forma que se planteó en Uddevala, donde cada trabajador participaba en procesos completos. Los trabajadores se organizaban en equipos, nueve personas eran capaces de construir un coche de principio a fin.
Otra forma de integración es participar en la toma de decisiones del proceso general. Otra es la de hacer los roles rotatorios de forma, que aunque no sea sobre el mismo coche, cada persona pueda conocer varios de los procesos de la cadena. Otra es ...
En los tiempos que se diseño el sistema de la división de tareas, los trabajadores venían del medio rural y no tenían formación, es por eso que se realizaban tareas muy simples de forma repetitiva. Hoy en día, las personas están mucho más formadas y las aspiraciones van más allá de la supervivencia. Hoy tenemos graduado escolar, internet y guasap.
Cambiar los modelos es algo necesario, definir de forma clara, evidencia sensorial, la obra del trabajo es el primero de los factores a considerar. Eso digo yo.